lunes, 2 de agosto de 2010

mujeres de la tierra




T u p a c - K a t a r i
Mujer y Mundo Andino - Mapuches: Mujeresde la tierra

La etnia mapuche es la de mayor peso numérico dentro de la sociedad chilena, su historia restituye la beligerancia de siglos contra el dominio español y su posterior derrota (1881) por el ejercito republicano. Durante ese largo período, la guerra tiñó los avatares de la sociedad indígena. Así, los hombres se abocaron a la Iucha y a la producción ganadera, desplazándose por el amplio y autónomo territorio que dominaron. Las mujeres permanecieron reproduciendo el cotidiano doméstico y familiar, labraron la tierra, fracturaron, las vestimentas, modelaron los utensillos, criaron a sus hijos.

La estructura social mapuche era un tejido de linajes patriliniales que se vincularon entre sí a través del intercambio de mujeres. La exogamia y la patrifocalidad implicaron que ellas semovilizaran de su familia de origen a la de su marido. Las mujeres así, fueron el nexo que unió a los diversos agregados alianza parental y alianza política, profusión de bienes, parición de hijos que dan potencia al linaje. Un ulmen (hombre rico), un lonko (cacique jefe) lo era generalmente por medio de la poligamia (de preferencia sororal matrimonio de un hombre con varias hermanas) el casarse con varias mujeres traía como correlato el bienestar y el poderío (trabajo e hijos que engrosarían los konas (guerreros) de una familia); por otro lado, el linaje de la mujer recibía dones a cambio de la cesión de sus hijas en el rito del mafutun. De este modo, el segmento femenino mapuche fué una parte esenciál de la cohesión social de la etnia.

Cuando los guerreros fueron vencidos, la sociedad mapuche se vió acorralada, reducida, obligada a transformar su economía (de ganadera a campesina), a vincularse con el huinca (extranjero, no mapuche) en la desigualdad. No obstante, el ser mapuche comenzará a expresarse nuevamente en la resistencia. Las Ianzas serán enterradas; pero la identidad refulgirá en la situación reduccional. Una fuerte expresión de esa alteridad que braga por mantener su especificidad será la pertinencia de las mujeres. La mapuche insistirá en hablar el mapudungu (lengua de la tierra) a sus vástagos, irá a los mercados locales a vender sus productos vestida de Chamal, adornado de trarilonkos; curará a su familia con las medicinas del campo, rezará las oraciones al Chao Dios, soñará las viscicitudes del mundo. El hombre, más acosado por las relaciones con el blanco, no manifestará externamente su pertenencia cultural; pero se congregara en las sociedades políticas para luchar por sus derechos..

El Proceso reduccional entonces, agregará nuevos elementos a la posición de la mujer mapuche; ella continuará siendo la visagra que une a los distintos grupos familiares, ahora en una situacion de desaparecimiento de la poligamia (la escasez de tierra y riqueza la fueron anulando), con un mafutun más que nada simbólico; pero dentro de una estructura de parentesco patrilineal y patrifocal. Su aporte a la reproducción económica familiar será en la horticultura y la textilería cuyos productos servirán para las ”faltas" (el azucar, el mate, todos aquellos bienes que la unidad doméstica no produce).

La reducción traerá consigo, también, la migración femenina a las grandes ciudades. El empleo doméstico será el espacio que la mujer mapuche poblará en la urbe. Allí, discriminada, experimentando relaciones de patronazgo enfrentará el vínculo con el otro, con el huinca. Raramente Ia mujer migrante perderá los lazos con su familia natal; los ingresos que obtendrá por su trabajo seran enviados en especies o dinero al campo; concurrirá a los ritos tradicionales (gui-latún) y toda vez que la enfermedad la aqueje viajará a sanarse con las machis (chamanas). Adoptando a veces la representación externa de lo huinca, mantendrá su ser-mapuche, su identidad, como refugio ante la presión del mundo blanco.

El rasgo basal que asumirá la mujer mapuche en el proceso de inserción a la sociedad chilena será sin duda el de la mantención del discurso cultural. Su ser-madre, socializadora, transmisora de los valores que hacen posible reproducir la diferencia, la colocan en un lugar estratégico dentro de la resistencia social y cultural del puebio mapuche. Estos elementos podrían considerarse como de conservadorismo, de negación al cambio; pero trazan un movimiento de impugnación a las agresiones de la sociedad nacional que pretende velar las especificidades para, asi, negar la posibilidad de una "igualdad en la diferencia".

Las categorizaciones de lo masculino y lo femenino se despliegan al interior de una concepción que concibe el mundo bajo opuestos complementarios, en una unidad que estará conformada por dos elementos que son necesarias para que el universo se accione. Asi, no existirá una jerarquia de arriba/abajo sino de izquierda a derecha que no se corresponde con la valoración de negativo o positivo, bueno o malo, sino más bien representan fuerzas en constante tensión. Asi lo masculino y lo femenino estarán situados en la derecha y en la izquierda respectivamente. En la derecha esta el sol, el calor, el día; y en la izquierda luna, el frío, la noche.

La cosmovisión mapuche otorga un lugar singular a lo femenino, una ubicuidad doble. Puede estar tanto en el bien como en el mal. En el bien, en tanto las mujeres como chamanes (machis) son las depositarias del saber medicinal y mágico que entrega la divinidad para restablecer la salud de lo humanos. En el mal, en tanto las mujeres pueden llegar a ser kalku (bruja), poseedóras de un conocimientio malévolo entragado por las fuerzas negativas (huecuve) para dañar a las personas.

Bien y mal son fuerzas poderosas y estan virtuaImente representadas en el ser femenino. Así, la mujer expresa su potestad. Su manejo del mundo sobrenaturaI lo hace aparecer simbólicamente como una presencia vigorosa y dominante, con el imperio de dar la vida como tambien la muerte. Dentro de la armazón social, la vigencia de la patrilinealidad y patrifocalidad hacen apareceer a la mujer sujeta al linaje del marido a del padre, sin embargo al interior de las relaciones familiares los opuestos complementarios operarán. Hombre mujer tendrán sus espacios propios de decisiones y acciones. Así, las posiciones que asumen tanto el hombre como la mujer no serán jamas experimentados ni ”pensados” como núcleos de conflicto, sino que se vivenciarán como parte de un cierto orden del cosmos.

Y el orden cósmico es uno de los elementos cruciales que los mapuches bregan por preservar. La existencia de hombres y mujeres está determinada por las fuerzas sobrenaturales. La familia, la economía, la vida socia, la relación con el huinca pasa por la unidad indisoluble entre los humanos y las fuerzas divinas. Por eso, los ritos (guillatunes, machitunes, oraciones, etc.) son indispensables puesto que ellos devuelven la armonía perdida, reestablecen el orden del universo. De este modo, el ser-mujer, la identidad genérica de la mapuche, se constituirá desde la cosmovisión de su cultura, en la dinámica que imprimen las parejas de oposiciones y que la hacen poblar el doble territorio al que ya aludimos.

Creemos que esta posición de la mujer emanada del orden cultural, social y económico de la etnia mapuche unida al proceso histórico de las reducciones, hace restallar su figura en la resistencia de su pueblo y le otroga un lugar poderoso a su existencia. La mujer mapuche borda el recorrido de una memoria que se niega a desaparecer: en la ciudad o en el campo ella se comunicará con los antepasados, le transmitirá a sus hijos, en la lengua de la tierra, las imágenes fundantes de un orden y dirá incansablemente con sus gestos le que le enseñó su bisabuela a la abuela y su abuela a su madre. Madre ella, relatará la trama de los antiguos guerreros que perviven en el wenu-mapu (la tierra del cielo), tejiendo una historia de luchas, sembrando la indocilidad, germinando nuevamente la resistencia.

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